La Visual De… Plaza de la Paz


La historia de lo que hoy se conoce como Plaza de la Paz podría comenzar a escribirse con la llegada del Papa Francisco a la ciudad de Morelia, ocurrida el 16 de febrero de 2016. La visita del representante de la iglesia católica a la capital michoacana trajo consigo el acto simbólico de bendecir un árbol (Pirul), y la encomienda de ser plantado en el atrio de la Catedral de la ciudad, lo cual resultó imposible.

© PRAXIS
Por Marcos Betanzos @MBetanzos
El árbol, primero peregrinó, después se “conservó bajo cuidados exhaustivos” en un vivero hasta encontrar su lugar definitivo para colocarlo en un arriate expresamente solicitado. Sin embargo, la visión de quien tenían a cargo diseñar este elemento fue otra más ambiciosa: detonar -a partir de su colocación- un sitio en abandono limitado por la avenida Héroes de Nocupétaro, ubicado dentro de en una de las zonas rojas de la ciudad que articula estratégicamente parte del centro histórico con la zona industrial, perteneciente a una antigua fábrica de aceite (Tron Hermanos) que desde hace años no tiene actividad y que posee bajo concesión este sitio.


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El árbol con toda su carga simbólica logró arrojar un poco de luz sobre la condición urbana bastante desfavorable de este terreno como vacío y abrió la posibilidad de regresar ese fragmento (cerca de 5,000m2) a la ciudad con la finalidad de consolidar en él, una bisagra peatonal que, a partir de su condición topográfica y su forma irregular conformara un andador peatonal, una plaza pública y una zona de descanso. Una especie de vestíbulo que funcionará para activar lo que el concesionario determine proyectar ahí para los próximos quince años en que terminará ese convenio con las autoridades locales.


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Detrás de la acertada iniciativa de encontrar un lugar que permitiera activar este sector de la ciudad, se encontraba el equipo denominado Diseño Colectivo Ciudad, integrado por los arquitectos y académicos Jorge Humberto Flores, Raúl Coria, Manuel Marín, Pedro Núñez y Mauricio Urquiza. En conjunto, imaginaron y diseñaron este espacio que obtuvo resonancia y visibilidad pública cuando decidieron nutrir su propuesta con arte urbano y determinaron la vocación social que debería contener como parte de su estrategia de activación.


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A meses de haberse concluida la obra, lo que se observa es una expectativa cumplida: un espacio rehabilitado, activo, bien integrado, que conecta con eficiencia y seguridad los dos sectores de la ciudad que la tesis indicaba por medio de un andador ahora muy transitado, una serie de plazas y escalinatas que día a día recibe a grupos escolares que hacen prácticas didácticas, parejas jóvenes que se reúnen en las bancas, practicantes de parkour, y hasta los ensayos de la porra oficial del equipo de futbol local. Un proyecto de bajo costo con alto impacto urbano-peatonal, carente de derroches.


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Alrededor del árbol gira el universo social de este sector de la ciudad que parecía totalmente olvidado. Hoy en día, bajo una nueva lógica de integración se ha doblegado toda intención protagónica de un árbol bendecido por Su santidad en beneficio de los habitantes. La primera fase ha concluido exitosamente. Queda pendiente ver la posibilidad real de que en un futuro cercano las zonas sin intervenir sean detonadas como espacios comunitarios una vez que estos sean devueltos completamente a la ciudad. Lograr esto depende en gran medida de la apropiación que la gente haga de esta plaza, parece difícil imaginar que puedan desprenderse de ella. Habrá que ver si las voluntades de todos los actores se alinean nuevamente.


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*Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y profesor de cátedra en el Tecnológico de Monterrey Campus Santa Fe y CENTRO. Becario FONCA 2012-213, integrante de FUNDAMENTAL, taller de arquitectura, paisaje y urbanismo.

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