Por Marcos Betanzos @MBetanzos
Más preocupado por la lógica constructiva, por las posibilidades de otorgar una segunda o tercera de vida a los objetos que recolecta, por dar otra apariencia a los materiales que reinterpreta, antes que, por la estética resultante, su obra ha hecho un recorrido interesante de tipologías y escalas, llevando consigo (desde Tulum, Oaxaca o el Valle de Guadalupe) una postura ambientalista y su exigencia de leer el sitio hasta el grado de generar profundos cuestionamientos en los usuarios de sus proyectos, los cuales no siempre resultan ser el común denominador del confort más estereotipado; sus obras exigen más, se generan con otras lógicas que demandan un tipo de visión muy particular, procuran otro tipo de experiencias.
En sus códigos alternos para lo confortable o para lo que puede denominarse lujo, reside el hecho, por ejemplo, de reconectarnos con la naturaleza, de dar a cada planta el mismo valor que un bloque de piedra para un muro, de mantener el paisaje intacto a cambio de contemplarlo sin alteraciones, de revelar una belleza que no se fundamenta en la perfección o en lo impoluto. Esa estética particular, producto de la manipulación y de la vida anterior de las cosas. Para él, exaltar esa historia tiene su mérito, desde ahí nos dice y demuestra las consecuencias que tendrán los actos que hagamos hoy o que dejemos de hacer como arquitectos. Ese cambio de lógica tan necesario basado en el pragmatismo que recae en nuestra forma de construir, de intervenir la naturaleza.
Recientemente concluida, la Casa de piedra, Loma Blanca, ubicada en Oaxaca tiene ese código genético: sus muros, su estructura, sus jardines, todos sus espacios cuentan una vida previa, parecen haber existido siempre ahí. La vivienda, desplantada sobre un terreno accidentado está configurada por tres pabellones oblicuos, uno de ellos domina la visual, pero apenas toca el terreno; entre cada uno de sus volúmenes, existen patios contenidos entre un sistema de robustos y altos muros que obligan a contemplar el cielo y se conectan transversalmente por un puente de acero o por corredores que permiten ir de lo público a lo privado en desplazamientos contrastantes; cada espacio –que logra amplificarse hacia los patios o abrirse hacia el paisaje- integra la solución del detalle más simple con el rigor de la lógica más precisa, la diversidad de materiales, colores y procedimientos constructivos son un coctel totalmente armonizado; la vegetación, con los jardines que suavizan esta arquitectura pétrea anuncia que tomará toda la arquitectura desde el suelo hasta sus azoteas pasando por la regadera del baño principal, la arquitectura luce así, endémica, contundente reiterando que la vida sólo late en lo que tiene cicatrices, como escribió en su Inventario general del mundo, Eduardo Galeano.
*Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y profesor de cátedra en el Tecnológico de Monterrey Campus Santa Fe y CENTRO. Becario FONCA 2012-213, integrante de FUNDAMENTAL, taller de arquitectura, paisaje y urbanismo.
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