Y ardían desplomándose los muros de mi sueño, ¡Tal como se desploma gritado una ciudad!
Aurelio Arturo. Ciudad de sueño
Jorge Serbal |
Hipnotizados por el vídeo del momento en que colapsa una sección del Centro Comercial ARTZ Pedregal, el pasado 12 de julio la conversación, el debate, la especulación, pero sobre todo el morbo colmó a todos y focalizó nuestra atención. De pronto innumerables expertos y peritos en todas las disciplinas profesionales vinculadas a la arquitectura aparecieron para dar su veredicto, presumiendo lógicas y sentencias veloces, el linchamiento viajó –como casi siempre- a velocidades mayores que la mesura o la razón. Un desfile de adjetivos y de responsabilidades hicieron pasarela en la (benditas) redes sociales, exigiendo responsables, clausuras, sentencias, viajes al pasado para revertir la transformación y explotación del terreno, absurdos insostenibles hechos monólogos y soliloquios panfletarios.
Era absolutamente predecible que la gravedad de un error como este no pasara indiferente. Observar el desplome de un proyecto ampliamente difundido y celebrado, fue un manjar que pocos pudieron resistir. Mayoritariamente carroñeros, siempre los más atentos, y algunos doctos se integraron a la inercia de celebrar la desgracia ajena. No dejo de preguntarme si la celebración hubiera mantenido el mismo tono si hubiera pérdidas humanas que lamentar. Tampoco lo dudo.
Google earth 2017 |
El hecho es que se ha dado a conocer a los responsables y el motivo del error: tres peritajes independientes –elaborados de forma independiente por el Instituto de Ingeniería de la UNAM, la firma estadunidense Wiss Janney & Elstner (WJE) y Stark + Ortiz S.C.– concluyen que la estructura calculada por la empresa Vargas de la Rosa Ingeniería no fue suficiente para resistir la combinación de su propio peso (cargas muertas) y el mobiliario, equipamiento, visitantes y trabajadores (cargas vivas). El murmullo ha concluido, también una buena parte del morbo.
EFE |
Quedan con un eco de personalidad incomoda y anacrónica por momentos las palabras y el vínculo de Miguel Ángel Mancera con el proyecto de Sordo Madaleno, acompañando este desenlace que permite repetir incesantemente el discurso del ex Jefe de Gobierno cuando orgulloso señaló al inaugurar este centro comercial lo siguiente: “hemos sido testigos de la modernidad, de procesos rigurosos en materia de construcción, quiero decirles que no ha sido fácil, la verdad es que lo que estableció la Ciudad de México como requisitos para poder llegar a la conclusión de esta obra ha sido estrictamente apegado a ello, a la normatividad y a las leyes de la ciudad”.
Grupo Sordo Madaleno |
¿De qué conceptos hablaba cuando confiado apelaba a la verdad, al rigor a la normatividad y a las leyes? Hay en ese discurso colmado de retórica una obsesión mayúscula que solo tienen quienes dependen de las apariencias. Queda ya el tiempo para invocar las palabras que hemos aprendido para tranquilizarnos y normalizar nuestra realidad: accidente, casualidad, posible error, incluso destino.
Google earth |
Después de lo ocurrido, ya lo sabemos, todo sigue igual, la realidad (escandalosa en lo general y en el detalle) poco a poco se ajusta al discurso pertinente y al emisario, todo se vuelve más elástico y el silencio se convierte así en la incómoda constante. Tan incómodo a veces como la defensa a priori que lanzan los merolicos que previendo el peor de los escenarios prefieren construir su propia defensa a partir de la aparente y desinteresada defensa de los acusados.
Pienso en la novela de Juan Gabriel Vásquez y el modo en que un problema constructivo terminará como un asunto legal, me repito:
El ruido de las cosas al caer…
El ruido de las cosas al caer…
El ruido de las cosas…
El ruido…
Sólo el ruido.
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