Por Marcos Betanzos @MBetanzos
Sin embargo, contrario al ritmo que marcan los procesos electorales esta serie de decisiones y determinaciones para el uso y reintegración urbana de este terreno de más de 700 hectáreas requerirá tiempo y mucho más que espectaculares imágenes de ensoñaciones futuristas colmadas de clichés que siguen la inercia de tematizar la ciudad, lo cual ha llevado a asegurar que ahí será la sede de una nueva ciudad universitaria, un nuevo pulmón verde (mal llamado Chapultepec II) y hasta un ‘Silicon Valley’ chilango, lo que sea que eso signifique.
De acuerdo al Gobierno Federal, propietario del terreno, éste será liberado hasta 2020 y será la Ciudad de México quien determine su nuevo uso. Alejandra Barrales en su papel de candidata ha comenzado a imaginar escenarios posibles y por ello en fechas recientes convocó a 50 arquitectos, urbanistas y docentes a un foro denominado Aportar a la CDMX.
La misión ni es sencilla ni será inmediata. Comienzan a aparecer los intereses inmobiliarios y la especulación. Comienzan a plantearse diversos cuestionamientos sobre cómo gestionar ese territorio, pero no desde su interior sino desde su condición de borde para definir el destino y vocación de los predios que dan servicio a la infraestructura actual; se presentan ya inquietudes que señalan la necesidad de proteger gran parte de ese terreno antes de ponerlo a merced de los desarrolladores; vigilar su proceso de saneamiento ambiental y reintegración urbana; garantizar que sobre él prevalezcan espacios verdes de carácter público antes que desarrollos privados; renunciar a la tematización por uso y hacer todo lo posible para que una vez que este terreno soporte y de servicio a la infraestructura del NAICM quede algo para los ciudadanos del oriente de la zona metropolitana, habitantes de los municipios de Nezahualcóyotl, Chimalhuacán, Texcoco, y delegaciones como Venustiano Carranza e Iztacalco que puedan verse ahí, dentro de esas imágenes espectaculares y futuristas como habitantes de esa nueva promesa de ciudad y no como espectadores de una ciudad que una vez más les puede ser arrebatada.
Estamos caminando hacia la posibilidad de generar un tejido mucho más complejo y conectado que permita la inclusión social de ese sector de la megalópolis (la promesa mayor y de más largo alcance) o ante una nueva barrera urbana, un futuro “polo de desarrollo” tipo Santa Fe con sus consecuencias de exclusión y asimetrías sociales ya conocidas.
La pregunta es pertinente: ¿Debemos los interesados en la ciudad comenzar a involucrarnos aún más en los planes de la agenda política o debemos dejar sólo a los políticos los planes que determinarán el futuro de la ciudad? ¿Qué hay más allá de las imágenes electorales que hoy deslumbran en el oriente de la ciudad?
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