Por Marcos Betanzos @MBetanzos
Comprometido con la exploración constructiva mucho más que lo formal y que ha llevado a buen sitio la valoración de su trabajo no sólo en México sino en países como Brasil, Australia o Belice donde ha concluido diversas obras, de carácter habitacional principalmente.
Fiel a lo que ha denominado su camino por la arquitectura orgánica, la ruta previa de su labor en una arquitectura ortogonal parece haber quedado superada y ahora es poco perceptible en su trayectoria profesional. Ese viraje realizado que tiene como inicio obras como la casa orgánica de 1985, Los cacahuates de 1989 o el Tiburón de 1990 hace una escala prolongada en la consolidación de El nido de Quetzalcóatl, ubicado en el Estado de México.
El nido es un proyecto de diez viviendas distribuidas a lo largo de un tubo de ferrocemento de 180 metros de longitud (130 en la sección principal), un cuerpo de dos niveles con una altura interior de 6.5 metros que serpentea cubriendo claros de 20 metros, sorteando árboles, siguiendo curvas y aterrizando en puntos estratégicos de un terreno accidentado con vistas privilegiadas y una relación con la naturaleza envidiable.
Concluido en una primera fase en 2008, fue reconocido como una de las obras más destacadas en el World Architectural Festival celebrado Barcelona, España ese mismo año, en México pasó muchos años desapercibido y otros más contemplado con cierta extrañeza por lo que se consideró una excentricidad escultórica. A diez años de su término, la percepción es otra: El nido de Quetzalcóatl se ha convertido en un proyecto de culto y se ha hecho visible su verdadero objetivo al evolucionar como una obra superior en donde la línea de acción sigue siendo la misma: conservar en más del noventa por ciento la condición endémica del terreno, procurar una arquitectura que se adapte a las cualidades topográficas del sitio y sus agentes ambientales bajo una lógica de exploración constante en soluciones constructivas antes que las formales.
Lo que hoy está en proceso de gestación es la consolidación de un parque-museo-ecológico de carácter público que cuente con áreas de cultivo, huertos, un sendero ciclista, un auditorio al aire libre, estanques (que recolectan el agua de lluvia), jardines de ornato, un aviario, un acuario pequeño y otros espacios más como talleres e instalaciones de carácter didáctico.
El sueño de la serpiente comienza poco a poco a convertirse en realidad: la paciencia, la confianza, pero sobre todo la tenacidad para no caer ante un objetivo tan grande, son dignos de reconocimiento. Aplauso de pie merece el giro que ha tomado esta obra al pasar de un ente completamente privado a un proyecto con vocación pública.
Senosiain deja claro que no sólo busca trascender a través de la imitación de las formas naturales, con este giro reitera el principio de bienestar común que en la naturaleza emana: compartir lo que existe, conocerlo con la finalidad de procurarlo y defenderlo como un ser vivo integrado a un sistema. Ese es el reto más grande que enfrenta este proyecto ante la amenaza de que la poca conciencia de sus visitantes acabe con él antes de haber concluido.
arquitecturaorganica.com
Fotografías de Marcos Betanzos
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