Linares |
Con la caída y el daño producido a múltiples edificios, se abrieron diversas discusiones que no encontrarán en lo inmediato respuestas y que recuerdan incisivamente que el andamiaje legal se requiere mucho más que el andamiaje arquitectónico. Y ya sabemos que en lo legal estamos flotando en la incertidumbre, jugando a los dados. Seguimos ahí y al parecer seguiremos, como espectadores o como víctimas de algo que nos confirma nuestra vulnerabilidad que, en muchos casos con una grieta reparada sigue latente.
En la imagen que tenemos a meses del terremoto, están por un lado los lotes baldíos y las ideas superficiales de diseñar espacios inútiles dirigidos a convertirse en instrumentos propagandísticos para disfrazar la ineficiencia sistémica de empatía humanitaria; por otro, el ritmo latente de la migración y la mudanza, la adopción de la vida en casas ajenas o la indiferencia que trae consigo la intemperie. Sin rumbo y sin ruta, en espera de una señal que garantice justicia y legalidad antes de un crédito hipotecario. El largo viacrucis de los desalojados.
Viaducto y Tonalá |
En el limbo están los otros, los que volvieron a sus inmuebles después de repararse todas las grietas, después de terminar la tarea de maquillaje. Los que llegarán a alquilar un departamento o una oficina e ignoran los daños sufridos, los que confiarán en que las revisiones o reforzamientos fueron los adecuados, lo que ciegamente decidirán sobre la mejor opción por la ubicación, la imagen del edificio, su historia y su valor patrimonial, o también los cajones de estacionamiento.
Baja California y Manzanillo |
Ante la carencia de documentación de daños, la inexistencia de una cartilla de vida de los edificios, que nos diga qué deterioros sufrió, qué reparaciones tuvo, qué niveles se le quitaron o qué elementos se reforzaron, seguimos de pie esperando que una nueva tragedia determine que la vida del edificio no debió continuar. La estrategia tajante desde la autoridad debería ser garantizar de todos los modos posibles la preservación de la vida y sigue ganado la idea de preservar los inmuebles.
Colima y Morelia |
Tengo la extra sensación que quienes se apegan tanto a la defensa del valor histórico de un inmueble, olvidan pronto la condición de vulnerabilidad que existe en sus usuarios y claro, en muchos casos se defiende tercamente la preservación del inmueble que no se habita. En defensa del patrimonio y de la memoria de la ciudad, se olvida que los edificios también tienen una muerte pactada.
Medellín y San Luis Potosí |
La tragedia, pasó como -diría Juan Gabriel Vázquez- de ser un asunto casual, “una de esas malas pasadas que nos juega la memoria, a convertirse en un fantasma fiel y dedicado, presente siempre” en cada grieta, aunque esté ya reparada. ¿Con la reparación de daños y la marca invisible que ha quedado, cuánto tiempo más hemos prolongado la próxima tragedia?
Fotografías de Laboratorio para la Ciudad Marcos Betanzos
No hay comentarios:
Publicar un comentario