Ubicado entre un estadio y una plaza de toros, los más
reconocidos referentes de la ciudad de Irapuato, el Parque Irekua narra la
recuperación y transformación positiva de un espacio público convertido en
problema de ciudad.
Por Marcos Betanzos* @MBetanzos

Sin embargo, la administración local a cargo del periodo
2010-2015 vio una oportunidad de coronar una exigencia colectiva y lanzó una
convocatoria para participar en una licitación que pretendía transformar este
espacio público. Raúl Huitrón, arquitecto y director de BIOMAH obtuvo el
encargo bajo la premisa de convertir lo existente –con todos sus conflictos y
conciliaciones en lo social y lo político- en un parque incluyente, atractivo y
sustentable en términos sociales y ambientales, es decir, un trabajo de fondo y
no de superficie. Lo realizado supera la expectativa en muchos términos, más
allá del diseño per se, que podría
sujetarse a criterios y juicios de valor que desde mi perspectiva están de
sobra cuando de hacer ciudad se trata.
En una visita recientemente realizada puede apreciarse de
forma clara el éxito de la intervención: los espacios colmados, cada uno de
ellos registrando la correcta lectura de sus usuarios y las actividades que ahí
desarrollarían; la previsión de usos y actividades que se adaptan a las
demandas de la población y la incorporación de actividades culturales,
educativas, deportivas y recreativas desde
las cuales se reestablecen vínculos sociales benéficos para una ciudad que
reporta un crecimiento anual de 2.15% en las últimas dos décadas, tiempo desde
el cual no se habían realizado centros de esparcimiento o áreas verdes de
carácter público.
La obra de BIOMAH
regresa a la ciudad 13 hectáreas fusionando la vocación de tres espacios que
parecían sentenciados a muerte. Al hacerlo, Huitrón abre la oportunidad de que
este espacio recuperado siga incrementando su programa con proyectos como un
planetario y un museo. Además, deja clara una cualidad que otorgan los
proyectos de esta escala: la paciencia y la flexibilidad obtenida para no
perder el objetivo y priorizar siempre el fin de la obra antes que el nombre
del autor y sus obsesiones. Estos proyectos –como ya lo sabemos- son exitosos
cuando el autor se diluye en el éxito del proyecto, éste es uno de esos casos,
vale la pena voltear a verlo porque lo que en nombre era sólo un slogan
político, se convirtió en una realidad irrefutable: el parque convertido en
casa pública.
Texto
y fotografía por Marcos Betanzos
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