De la mano del vino y de muchas casas productoras de pequeña
a mediana escala, la arquitectura llegó al Valle de Guadalupe, en Baja
California, para atraer un mayor número de turistas. Vinícolas, hoteles,
restaurantes y museos comenzaron levantarse en la zona donde ya han trabajado
despachos como Taller Mauricio Rocha + Gabriela Carrillo, GRACIASTUDIO, Taller
de Arquitectura Contextual de Alejandro D´Acosta, Claudia Turrent, entre otros.
A este auge turístico donde la arquitectura de autor y la
especulación inmobiliaria son sus principales componentes, le acompaña la
amenaza que implica la escasez de agua en la zona, situación que empeora ante
los titubeos para reglamentar la urbanización del valle o hacerlo aceptando
regular la construcción de más de 5,000 nuevas viviendas. Así, mientras
arquitectos como Mauricio Rocha, Alejandro D´Acosta o Jorge Gracia se preocupan
por construir entrelazando estrategias que brinden respeto y garanticen la
conservación del paisaje endémico de la región, proyectos como Rancho Olivares Masterplanned Country Community de Grupo Lagza ponen en
duda el planteamiento respetuoso de construir preservando.
Rancho Olivares forma parte de un Plan Maestro que contempla 389 viviendas, 37 haciendas, cuatro hoteles, un campo de golf y 298 condominios de tiempo compartido. Para el director de la firma Atelier Urbano, el arquitecto Ignacio López de Maturana Echevarria, su plan maestro no es un proyecto de casita tras casita y descarta que afecte o impacte negativamente al medio ambiente a pesar de su gran escala. “Lo proyectado cumple con toda la normatividad vigente y es sustentable en el rubro social, comercial y ecológico. Proyectamos con materiales sustentables, muchos de los cuales permiten la infiltración de agua al subsuelo para no interrumpir el ciclo completo del agua o reutilizándola para las actividades de riego o instalando productos de bajo consumo de agua”.
Natalia Badán, quien dirige viñedos Mogor y también es
representante del Comité ProVino, cuestiona si es suficiente y señala que
“desde hace años persiste una amenaza por la llegada de desarrolladores
inmobiliarios que pretenden hacer del Valle de Guadalupe una especie de parque
tipo Disneyland”. ¿En una región que
enfrenta una severa crisis ante la escasez de agua desde hace años, es viable –lógico,
escasamente razonable- construir un campo de golf? Cabe la duda.
¿Qué hacer ante ello? Rocha es contundente: trabajar
pensando en estrategias de bajo impacto que permitan realizar referencias
pétreas que se vuelven muros; cabañas que parecen refugios nómadas y que
incluso pueden existir de forma efímera; usar los materiales que existen en el
sitio. Leer el lugar no imponerle arquitectura al sitio.
El valle es una región especial, un oasis ambiental, una
zona del país que de pronto se encontró en medio de un auge económico, al cual
el turismo le hace un flaco favor para comprender y valorar su verdadera
naturaleza. Más
allá de las ensoñaciones que el vino provoca, ¿cuáles son las realidades que
nos dejará esta embriaguez constructiva una vez que el valle se urbanice? ¿Cuál
es el destino de estos espacios que se someten a las voluntades más
comprometidas con la enajenación? Quizá es momento de asumir que ya tenemos suficiente
arquitectura.
Texto y fotos por Marcos Betanzos
Video por Marcos Betanzos & La Maga Fils (Alejandro Cabrera
y Polo Camargo).
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