“La
ciudad, según nuestra percepción actual, es un ambiente físicamente palpable y,
a la vez, una ciudad de novela, de película, de fotografía, una ciudad vista en
televisión, una ciudad de cómic, una ciudad de mapa y así sucesivamente”
Victor Burgin
El número más reciente de la publicación "El Asunto Urbano" ha dedicado todo su contenido a la fotografía, inscribiendo la decisión editorial del contenido a la celebración de su primer aniversario. Por tales motivos, hace unos días en el Centro de la Imagen en compañía de Arturo Ortíz Struck, Adalberto Charvel, Irving Domínguez, e Isaac Torres se concretó un pequeño intercambio de ideas en base a la fotografía y su importancia para el discurso de lo urbanístico y la arquitectura, sobre todo para la ciudad como resultado de una codificación signada por la imagen.
El
ejercicio fue una efervescente divagación de ideas que se mantuvo distante del
análisis de la fotografía y sin embargo abrió camino para examinar, desde la
mención y la explicación superficial, la minuciosa observación de algunos de
los fenómenos que acontecen en la ciudad, renunciado a la idea de que ésta es
sólo lo que configuran los objetos construidos. En cambio, se mencionaron los
intersticios –los físicos y los mentales-, se enfatizó cómo en ellos se
construye gran parte del retrato social de nuestros códigos de comportamiento;
el modo en cómo actúan los sistemas de relación entre los objetos que acompañan nuestra vida
cotidiana y su papel de mensajeros para nuestro inconsciente; se habló de
violencias registradas o de aquellas imperceptibles; de que la fotografía no
siempre es el proceso final sino que muchas veces –quizá lo es más ahora- forma
parte de un recorrido más largo y complejo (podría ser todo lo contrario) donde
comunicar no concluye en la estética material de una imagen destinada a la contemplación;
se hizo referencia al consumo de la imagen y la potencia de muchas imágenes que
se consumen unas a otras por irrelevantes y anodinas, porque hoy, todos son
fotógrafos se quiera o no.
La
fotografía es a la ciudad contemporánea tanto como sus asentamientos desolados,
sus edificios en eterna aparición y desaparición, las ciudades que se van o que
llegan a la memoria, los códigos estéticos que narran las construcciones
improvisadas, los peatones voraces que se encuentran en batallas espaciales,
elementos globalizados que nos otorgan una identidad inaudita, la transformación
del territorio por el consumo de recursos naturales y también el recordatorio de
que la palabra realidad debe escribirse siempre entre comillas, según Buckminster
Fuller.
Así, con la mirada de ocho fotógrafos entre los que se incluye Onnis
Luque, Misael Torres, Ricardo Yui, Tatewaki Nio, entre otros, se advierte en la
carta editorial que, la “cámara
fotográfica tiene la
capacidad de sustraer la luz de los objetos del mundo real y guardarlos en una caja oscura para la posteridad.
Para hablarle a las
ciudades del futuro acerca de las ciudades del pasado. Para mostrar a la humanidad su paso por esta vida”.
Lo
recolectado en este número es un recordatorio del apunte de Eduardo Ramírez,
quien indica provocativamente que “la fotografía de los procesos de la ciudad –sus
deterioros, desplazamientos, intersticios, resistencias, prácticas– no puede
ser tomada como crítica. Simplemente es situarse dentro de la tradición de la
fascinación a la imagen de la muerte que tenemos”.
Salgamos ahora ya, con la imagen de la muerte a retratar la vida de esta
ciudad que nos desborda.
Fotografías: Cortesía de los autores
*Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista
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