“Una casa
es como un amigo. Tú buscas un amigo que se parezca un poco a ti” Oscar
Hageman
A finales
del año pasado, tuve la fortuna de conversar y conocer en la Facultad de
Arquitectura de la UNAM al arquitecto Oscar Hagerman, un encuentro largamente
esperado por mí que llegó a través de un golpe de suerte. La tarde que lo conocí, recibí de él la
invitación para asistir a la presentación de un largometraje llamado El patio de mi casa, la cinta –motivo de
orgullo para él, por haber sido dirigida por su hijo Carlos- se proyectaría en
el Auditorio Carlos Lazo de la FA-UNAM. Nos volvimos a encontrar al día siguiente
en medio de un foro que no contaba con más de cincuenta personas. Pensando que
la gran mayoría de los estudiantes de arquitectura siempre están en el sitio
equivocado o que sólo muy pocos mantienen un interés genuino en las actividades
propias de nuestra disciplina, me esclareció el panorama, un gesto del
arquitecto: saludar de mano a todos los estudiantes reunidos, ir a su
encuentro, conversar con ellos, empezar por el final: agradecerles su presencia.
La voz en
off del director cuestiona al inicio de la cinta: ¿Cómo se prepara uno para la
muerte de sus padres? Así comienza el recorrido de un viaje introspectivo que
retrata el trabajo detrás de cuatro décadas de vida conyugal entre Oscar y
Doris, quienes se empeñan en demorar el final de su labor, quienes no renuncian
a su vocación de seguir aprendiendo y seguir enseñando en medio de una batalla
que en este país parece interminable: dotar de una vivienda digna y de un
sistema educativo a las comunidades rurales, a los invisibles.
La
frustración manifiesta de los padres del director, se ilustra cuando Oscar reitera
que “hace falta valor para la vejez” y Doris reconoce que “quisiera más tiempo
para seguir aprendiendo”. La cinta hace comprensible las razones por las cuales
no pueden detener su objetivo fundamental de transformar la vida de las
personas: aún hay muchas cosas por hacer y tan pocos espectadores para observar
que el camino andado necesita más vocación que buena voluntad. Nunca ha sido
fácil renunciar al triunfo de la esperanza sobre la evidencia, es complejo
cuando hay más trabajo que fe.
Pero Oscar
Hagerman no sólo es optimista, es sabio. Y quizá por esa razón no siente ningún
mal sentimiento al ver un auditorio casi vacío; todo lo contrario, ve mucho
potencial en los pocos que estaban ahí, él ve semillas y sabe cómo y cuándo
pueden germinar manifestándose de forma múltiple y diversa. Para él, hay muchos
tipos de arquitectura y muchos tipos de arquitectos, por eso insiste: “hay que
ser más tolerantes, menos radicales, no todos pueden observar el mismo
horizonte, es una razón lógica más que de talento”.
El patio de mi casa es una cinta que vale la pena ver y
que resulta oportuna en momentos como este que se ha mediatizado el tema de la
vivienda y el trabajo con la comunidad, con el actuar socialmente responsable
de la arquitectura, con el nombre de Alejandro Aravena y con la presencia de
México en la Bienal de Venecia. Alejado del glamour, de los medios y de las
redes sociales, hay un gran maestro haciendo lo suyo en silenciosa e incesante
actividad, dando clases en la montaña, transformando de a poco lo
verdaderamente importante, reiterando con un gran sentido humano que el
verdadero contenido de la arquitectura es invisible, que no se deriva de la
relación con las formas, sino de la relación con las personas y el tiempo.
Ni
catálogo de obras ni exaltación de un personaje inalcanzable, El patio de mi casa es el retrato más
humano de dos personas que aman lo que hacen, una cinta que no intenta
homenajear ni inspirar a nadie al tiempo que introduce un cuestionamiento
inevitable en el espectador sobre la utilidad de lo que hacemos desde nuestro
frente de batalla.
Fotografías:
Cortesía El patio de mi casa
*Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista
Buenissima, una maravilla !
ResponderEliminar