"Si mirásemos el cielo siempre acabaríamos por tener alas" Gustave Flaubert
El arquitecto Federico Soriano se preguntaba ¿Qué es un (arquitecto) rebelde? Un arquitecto que dice no, respondía. Y entonces detallaba los argumentos de la negación: un arquitecto que dice no, está diciendo no a la solución implícita, a la banalidad, a la seguridad, al bulto, a la capacidad, a las pinceladas de moda
Marcos
Betanzos @MBetanzos*
Huérfanos
de (auto) crítica pero con muchas opiniones, los arquitectos cada día más
invadimos el territorio del lenguaje para aproximarnos a la comprensión o
justificación de lo que hacemos, de lo que dejamos de hacer y de lo que
pretendemos que otros hagan. Ahí, desde el lenguaje intentamos esclarecer lo
que pensamos que se nos oculta, queremos dialogar de lo que no se habla y
razonar lo que no se explica, de lo indecible.
Decía la arquitecta Victoria Acebo: “Hace tiempo que es más difícil entender los textos de
los arquitectos que los de los filósofos y científicos más sesudos, y sin embargo, esa opacidad no resulta esclarecedora. Los comentarios vienen del reflejo de otras obras, de unos textos sobre otros; reflejos que funcionan estratégicamente como polarizador de las diferencias, y que a fuerza de reflejarse han producido un campo cultural tan facetado que resulta ser un lenguaje de cualidades sorprendentemente homogéneas”.
Más allá de esa cualidad de repetición discursiva y la
poca claridad que tenemos los arquitectos para vernos, contrastada con la aguda
capacidad que tenemos para observar a los otros, no se puede pensar en la
reflexión y en el pensamiento arquitectónico como un acto de inventos diarios,
si bien nos va, debemos pensar en esta acción como una forma de hacer hallazgos
afortunados de manera accidental o intencionada sobre el camino andado de otras
muchas reflexiones y actos realizados. Hay sin duda, en quien reflexiona una
capacidad, predisposición o aptitud para hacer del descubrimiento azaroso la
materialización consiente de una idea. Y de ahí provocar experiencias del
hallazgo, de su descubrimiento personal y subjetivo.
Pensar así, actuar así o vivir así, supone una forma
de indagar o sospechar habitualmente, una manera de alcanzar el entendimiento a
través de actos inducidos que producen un cambio o una alteración de lo que
alguien o algunos factores determinan como destino. Pensar así es encontrar
sorpresa en lo cotidiano y cuestionar si la permanencia futura de esa
cotidianidad es algo deseable. Hay en ese espacio, un acto de rebeldía, un acto
de oposición a lo que se piensa ya está dictado.
En ese
territorio se encuentran dos personajes, el que encarna la oposición sin
sentido y también el que personifica la clasificación superficial; es decir, el
que se opone a todo presumiendo rebeldía y el que lo tilda de cerrado porque a
todo sabe decir que no.
El arquitecto Federico
Soriano se preguntaba ¿Qué es un (arquitecto) rebelde? Un arquitecto que dice
no, respondía. Y entonces detallaba los argumentos de la negación: un
arquitecto que dice no, está diciendo no a la solución implícita, a la
banalidad, a la seguridad, al bulto, a la capacidad, a las pinceladas de moda.
(…) No a la falta de exigencia y compromiso social y político. Dice no al
discurso de lo correcto y a la contención adecuada. Negar no es renunciar
–acotaba-, decir sí es saltar esa frontera que ha delimitado el no y lanzarse a
hablar, a la creación, a la mediación y no quedarse en el comentario o la
vulgar solución. Tener convicciones fuertes, aunque no estén aseguradas o sean
cambiantes. Este es un sí, súbito, agitado, en movimiento, que nunca reniega
haberse puesto en marcha hacia una dirección.
Así, la rebelión
va acompañada de la idea de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna
parte, razón. En esto es lo que el rebelde dice al mismo tiempo sí y no,
ilustraba en El hombre rebelde, Albert Camus.
David Sylvester, en una de sus entrevistas, le cuestionaba a Francis
Bacon (1909-1992) que todo lo pintaba a la misma escala. El mismo tamaño de
cabezas en cuadros grandes o pequeños. Bueno, esa es mi rigidez, respondía
Bacon, quien tenía que beber para hablar en las entrevistas pero no podía beber
para pintar.
En esa
conversación, Sylvester y Bacon reconocen que esa rigidez de escala la han
tenido todos los grandes pintores. ¿Esa misma rigidez tendremos los arquitectos
al reconocer que la arquitectura ya no es por sí sola capaz de imponer un
control formal sobre el territorio, ni de manejar los mecanismos que generan
ciudad, ni de guiar los procesos que gobiernan la industria de la construcción?
Tenemos dos rostros de una misma actitud en la superficie, contradictoria en el
fondo, quizá por eso nos queda recurrir al lenguaje, construir no con la
palabra sino con el pensamiento, decir que no con todas sus variantes.
Relación de
imágenes:
- Estudio del Papa Inocencio X de Velázquez. Óleo sobre lienzo, 153 x 118 cm
- Hotel-Hospital Montevideo, Paraguay. By Federico Soriano y Pedro Urzaiz.
- Retrato de Albert Camus
- Tomada de Ortaquias/wordpress
*Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista
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