“Dios ha muerto, el autor ha muerto, la historia ha muerto. Sólo el arquitecto queda de pie… como una farsa rídicula de la evolución…”
Rem Koolhaas
Por Marcos Betanzos @MBetanzos
En
días recientes, tuve la oportunidad de participar con una charla en dos foros
universitarios para la comunidad académica de la carrera de arquitectura, el
primero de ellos llamado “Responsabilidad social de la arquitectura en el
contexto actual” dentro de ASINEA 92 en la Universidad Autónoma de Nuevo León
(UANL) y el segundo denominado “Arquitectura en Crisis” en la Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Atraído por la conexión innegable que
existe entre estos dos planteamientos distintos, participé creyendo que algo
los homologaba: la pertinencia y constancia de las nuevas generaciones de
alumnos por cuestionar hacía dónde y por qué camino nuestro trabajo (también su
formación) debe dirigirse.
En
ambos referí la urgente necesidad de voltear la mirada (como estudiantes y
redirigirla como profesores) a la práctica arquitectónica de esos otros
personajes que pasan desapercibidos en la marea mediática más superficial y
que, recientemente –por fortuna- han encontrado resonancia en esas mismas olas
de información por la singularidad que representa su compromiso hacia el
quehacer arquitectónico: le han dado un giro que incluye el cambio de escala en
sus obras; cuestionado el entendimiento
de la relación arquitecto-cliente; sensibilizado el argumento de solucionar
problemas cotidianos desde la arquitectura –no siempre desde su construcción- y
sobre todo, han abierto la posibilidad de cuestionar la función o pertinencia
del arquitecto en pleno siglo XXI.
Durante
mucho tiempo, para maestros y alumnos esos otros arquitectos, como los ha
nombrado con precisión Anatxu Zabalbeascoa, volaron bajo el radar y por fortuna
parece que han dejado de hacerlo. Ahora, habrá que preguntarnos si existe el
ánimo suficiente para profundizar en su trabajo y entonces sí, extraer de él,
una nueva postura frente a los desafíos que nos toca, irremediablemente
intentar resolver. ¿Podemos dejar de enseñar a los alumnos el cliché, la
megalomanía, la aspiración icónica y la falta de principios que justifican que
la arquitectura sea una profesión idónea para la especulación y la endogamia?
Habrá que ver, parece demasiado complejo pero no imposible: se necesita
compromiso para zambullirse con el ánimo de naufragar ideológicamente y salir
con una visión más asertiva.
La exposición
"The Architect is Present", curada por Luis Fernández-Galiano, viene
a colación aunque sucedió entre marzo y mayo de este año, ahí se presentó la
obra Diébédo Francis Kéré, TYIN Tegnestue Architects (Andreas G. Gjertsen
& Yashar Hanstad), Anupama Kundoo, Solano Benítez y Anna Heringer, “exponentes
todos ellos de una arquitectura comprometida y austera que se desarrolla en
entornos de economía precaria y en la que la escasez de
recursos estimula la inventiva técnica y la participación comunitaria”.
No
es obsoleta su mención, ni es materia olvidada: con los talleres que se
impartieron de forma paralela a la muestra, con el espacio y difusión que se
logró a través de esa exposición y, con el interés de los nuevos arquitectos en
formación por conocer ese lado B de la profesión –sobre todo esto último-, este
año está a punto de cerrar con una provocación clarísima que intenta introducir
de a poco, la idea de olvidarse o al menos alejarse pertinentemente de la
persecución obsesiva de la imagen del arquitecto rockstar como símbolo del
éxito profesional. No es nada nuevo pero en tiempos convulsos vale la pena no
ignorar esas discretas invitaciones al cambio.
¿Cuál
será el día en que nuestros centros académicos comiencen a estudiar las obras,
casos y trayectorias de estos otros actores que parecen insistir en el hecho de
ver el conflicto como la materia prima para potenciar nuestra aportación a la
sociedad? Eso fue parte de lo que yo pregunté en esos dos foros en los que
participé.
Fotografías:
Julio Cesar González
** Marcos Betanzos (Ciudad de México,
1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA
2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la
Revista
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