Más con menos
Por Jorge Vazquez del Mercado @JorgeVdM_Arq
Hace unos días revisábamos con
gran interés la entrevista a la arquitecta francesa Anne Lacaton por Anatxu
Zabalbeascoa en el diario El País titulada “El fin de la
arquitectura debería ser siempre mezclar a la gente”, en la que defiende un
trabajo respetuoso con lo que existe para reinventar la ciudad.
Con este proemio, y a propósito
de la responsabilidad de formar arquitectos o de la razón de ser de las
escuelas de arquitectura, semestralmente se reitera la convicción de que un
ciclo de conferencias es una herramienta muy efectiva para tal propósito. En
este periodo iniciamos con Buro V, un despacho de arquitectura formado por el
recientemente fallecido Javier Jiménez Trigos, buen arquitecto, docente y amigo
al que recuerdo con gran aprecio, y el arquitecto Francisco Luna.
Se trató de una amena charla
desde su práctica profesional como colectivo que viene a cuento mencionar en lo
que toca al “abrirse paso” en un medio laboralmente complicado. “Está muy bien
promover la cultura de los concursos, pero no se puede olvidar -y menos en las
escuelas de arquitectura- la cultura del arquitecto emprendedor”, así lo
comentamos, off the record, con relación al proyecto que promueven
desde hace más de varios meses para una renovación del Mercado de la Colonia
Escandón, en la delegación Miguel Hidalgo.
¿Los arquitectos podemos y/o
debemos promover proyectos públicos? La pregunta cabe y es muy pertinente
tomando en cuenta el tamaño de la ciudad y su consecuente problemática, por
decir lo menos, amén del aludido tema laboral, de la anhelada ley de proyecto
público y de infinidad de asegunes…caso por caso, a saber.
Hace varios años invité a Luis
Gordoa a participar en el citado ciclo de conferencias. Luis (fotógrafo de
oficio y comunicólogo de formación) es uno de los fotógrafos más solicitados
por muy destacados arquitectos de México desde hace varios años, y su trabajo
por añadidura le ha entrenado en buena medida en la manera de ver y de vivir la
arquitectura. Se disculpó, le noté incómodo con la idea y postergó la
invitación argumentando que estaba emigrando “de la película a lo digital”.
Comimos hace poco y entre otras
cosas me platicó de unos jóvenes arquitectos de Cuernavaca. Insistí, y ahora Luis
dio forma con su introducción, sus comentarios y sus fotografías a una
maravillosa conferencia que tuvo lugar hace una semana exactamente, a cargo del
arquitecto Alfredo Cano (de T3Arc Taller de Arte y Arquitectura) y de Lilian
Rebollo (de APT Arquitectura Para Todos). Ambos arquitectos se formaron en
Puebla pero decidieron trabajar en Cuernavaca, donde vivieron la mayor parte de
su infancia y juventud. ¿Por qué decidieron quedarse?
A pesar de la crisis por la que
atravesó Cuernavaca los últimos años, parece que los argumentos en cuanto a
forma de vida y de trabajo no son nada despreciables. Saben que sacrifican
glamour, escala y presupuesto en sus encargos, y justamente allí se localiza
nuestro interés por su también delicado trabajo. En todas las obras que
presentaron -no hubieron ni “renders” ni proyectos no construidos- las
limitaciones juegan un papel protagónico. También la autocrítica en el caso de
Alfredo, que insistía en que cada obra le anima a superarse en la que sigue,
acaso por lo que pudo haber hecho o lo que no pudo lograr en la obra anterior.
Casas extraordinarias como “La
Semilla”, o la “casa Materka” para un concertista, un taller para artistas de
Cuernavaca, recubierto de unos paneles de fibra que encontró en cierto tiradero
de basura, o el hotel construido con tubos de drenaje en Tepoztlán dan cuenta
del hábito de reutilizar y de hacer mucho con poco. En ese punto, invita a la
escuela a fomentar la cultura emprendedora, coincidentemente.
Por su parte, Lilian Rebollo (que
colabora eventualmente en algunos proyectos con Alfredo Cano) presentó el
proyecto que le ha dado mayor visibilidad: unas caballerizas en un bosque de la
zona más alta de Cuernavaca, con un planteamiento muy afortunado que exalta el
húmedo paisaje con techumbres de concreto aparente sobre columnas metálicas,
muros recubiertos con la madera de la cimbra utilizada en el colado de dicha
techumbre, y muros de piedra del lugar formando “tecorrales” que sirven de
gradas del único picadero del conjunto.
Un elogio al paisaje desde la
mesura y el aprovechamiento correcto de los recursos limitados por la remota
localización de la obra…para terminar con un departamento-habitación bellamente
representado, que con la misma delicadeza que la obra anterior transformó unos
cuartos de servicio desde la reutilización a la que alude Lacaton en la
entrevista mencionada al inicio de estas líneas. Sirvan sin más para agradecer
encarecidamente.
Jorge Vázquez del Mercado* (Ciudad de
México, 1964).
Es arquitecto y director de la Escuela de
Arquitectura de la Universidad Anáhuac México Sur, Ciudad de México.
Actualmente realiza el Doctorado en Ingeniería Ambiental en la misma
Universidad.
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