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Luis Barragán y la casa de Tacubaya

¿Sabes lo que debería ser un arquitecto? Un artista que lograra alejar la ansiedad y  crear ilusiones.
Luis Barragán

Foto: Flickr/LrBln

Marcos Betanzos* @MBetanzos
Luis Barragán confesó en una de las entrevistas realizadas por Elena Poniatowska que nunca se sintió seguro de impartir cátedra a pesar de las innumerables invitaciones que tenía para hacerlo. “No me siento preparado para dar clases. No conozco las definiciones necesarias, no puedo teorizar, es más, no creo en la teoría…”, decía. Sorprende ese comentario tanto como sus afirmaciones sobre lo deleznable y fallido que le parecían la mayoría de los edificios de la Ciudad Universitaria; el vidrio, el concreto y lo plástico nunca fue de su agrado, prefirió siempre la madera, la piedra volcánica, aquello vinculado a la naturaleza amansada, el paisaje nativo jamás nulificado.





Su casa realizada en 1948 en el barrio de Tacubaya en la calle de Francisco Ramírez, cumple en todo sentido con su idea de habilitar un refugio, “un refugio incluso en contra de la luz, un lugar de descans
o, un lugar para no ver movimiento, no ver gente, no ver tráfico”, un espacio que logra lo esencial al solventar las necesidades psíquicas que tanto le importaban y a las cuales, decía, la “expresión de la vida moderna había dejado a la intemperie”. Se esforzó y logró con éxito en esta obra –como en muchas otras- dar sus mejores lecciones nunca impartidas en institución académica alguna: integrar la ciudad a la casa, o la casa a la ciudad manteniendo la privacidad, la tranquilidad, y el descanso. Su ubicación siempre lo mantuvo cerca de sus principales intereses: sus amigos, el cine, el teatro...

Foto: Catálogo Atrium. 

Detrás de la fachada mimética con el barrio se encuentra un universo hecho a su medida, una arquitectura construida que rehízo a su conveniencia. Gris en la teoría, verde en el árbol de la vida. Barragán fue pragmático y llevó a su obra esa búsqueda de la belleza que le permitía relegar cualquier solución técnica que no se vinculara con ella; lleno de contrastes su casa narra experiencias obtenidas en su cualidad de observador y de viajero. Las transiciones espaciales en ella comúnmente revelan su capacidad para transportarse con la memoria y la imaginación a su infancia y regresar a su momento presente con un refinamiento maduro, capaz de traducir la emotividad en cada espacio que se abre o se cierra ante la mirada o que logra reinventarse con la presencia del sol que evidencian las sombras tajantes.

Retomando las palabras de Richard Neutra, Barragán refería que una casa bien resuelta podía albergar una virgen románica, un capitel, un cuadro de Picasso o uno de Matisse, de Renoir o de Corot. Él lo logró poniendo un pedazo de madera, un jarrón de barro o sus ramas retorcidas bifurcadas de sus jardines, del mismo modo lo hizo en sus interiores con obras de Orozco, Chucho Reyes Ferreira y otros más. Para llegar a ello, esa capacidad magistral de sintetizar, tuvo que dejar de lado al primer arquitecto que surgió de él, tanto como al funcionalista que intentaba explorar los límites de las tendencias de la época.

Hoy, una de sus obras más personales revela su espacio interior cotidianamente, “su mundo difícil de expresar” como él lo nombraba. En su función de museo, esta casa –la más pública de sus obras privadas- celebra los primeros diez años de haber sido incluida en la lista de Patrimonio Mundial por la UNESCO, único inmueble individual en América Latina que ha logrado tal distinción que la define como obra maestra dentro del desarrollo del movimiento moderno, que integra en una nueva síntesis elementos tradicionales y vernáculos, así como diversas corrientes filosóficas y artísticas de todos los tiempos.

La fortuna de poderla visitar y el compromiso de conservarla es sin duda uno de las mejores encomiendas que un personaje de su talante dejó como legado. En ella están las lecciones que quizá nunca quiso dogmatizar entre palabras frente a quienes soñaron ser sus alumnos: es bien sabido que algo que previamente se ha institucionalizado no puede ser redescubierto. Ahí la vigencia infinita de su obra. 



Foto: Kim Zwarts.


Foto: Kim Zwarts.





* Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista Domus México, América Central y el Caribe. 


 






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