De la infraestructura deportiva
Por: Jorge Vázquez
del Mercado* @JorgeVdM_Arq
Tras el Mundial Brasil 2014, es inevitable reflexionar
sobre infraestructura deportiva, y sobre todo lo que un evento de esta
naturaleza ─mundial u olimpiadas─ puede representar para un país. Nosotros
hemos tenido Juegos Olímpicos en 1968, Mundial en 1970, y un segundo Mundial en
1986. ¿Qué beneficio, consecuencia o patrimonio nos dejaron estos eventos?
Hablando de la Ciudad de México, y exclusivamente
desde la (mi) memoria, están el Estadio Azteca (de Pedro Ramírez Vázquez), la
Villa Olímpica (de Ramón Torres con Agustín Hernández y Manuel González Rul),
los vestigios de la “Ruta de la Amistad” ─con un valioso acervo de esculturas
urbanas, algunas ahora agrupadas y salvaguardadas frente a Perisur, debajo de
segundos pisos impensables en aquella época─ cierto desarrollo hacia la zona Sur
del DF hacia Xochimilco y Cuemanco…El Palacio de los Deportes (de Félix
Candela, Antonio Peyri y Enrique Castañeda) o el complejo deportivo La
Magdalena Mixuca ─no tan afortunado─ que si bien no fue proyectado
específicamente para las olimpiadas del 68, lejanamente nos recuerda algo de
“aquellos tiempos olímpicos”. Nostalgia, memorabilia urbana, un arquitecto
orquestador ─Ramírez Vázquez─, y un diseño gráfico maravilloso de Lance Wayman
con Eduardo Terrazas. En resumen, una especie de desarrollo urbano y cultural,
amén de la derrama económica de los cortos, medianos y largos plazos; no
cualquier cosa de la que poco se puede decir cuantitativamente.
Barcelona 1992 fue un hito sobre todo en lo que
toca al desarrollo urbano que significó para la ciudad en su crecimiento. El
“modelo Barcelona” se convirtió en ejemplo recurrente del “deber ser urbanístico”
en las escuelas de arquitectura, acaso promovido por un afortunado binomio: alcalde
─Pasqual Maragall─ y arquitecto ─Oriol Bohigas─ (conocer sus semblanzas y su
formación ayuda a comprender el caso de éxito) que 22 años después ha comenzado
a desmitificarse con todo y la significativa herencia arquitectónica que quedó
en la ciudad catalana.
Atenas ganó para 2004 la sede de los Juegos Olímpicos
a Roma, no por mucha ventaja, y apostó mayormente por la espectacular obra de
Santiago Calatrava; en su oportunidad salieron a la luz los sobrecostes de su infraestructura,
pero la histórica quiebra económica de ese país hace cuestionar a cualquiera
las garantías de la infraestructura deportiva en el destino de una ciudad o un país.
En el caso (olímpico) reciente de Londres 2012,
la potencia británica apostó por la regeneración urbana del “lado Este” de la
ciudad ─integrado por zonas sociales y económicamente más vulnerables─,
mediante la creación de un Parque Olímpico de 200 hectáreas construido sobre un
antiguo complejo industrial (Stratford), que sería su legado para el futuro de
la Ciudad. La producción arquitectónica deportiva derivada de su plan maestro
estuvo protagonizada por una arquitectura de aguda marca sostenible: el
“Olympic Stadium” de Populous, un mega despacho de arquitectura con extensa
producción en estadios e instalaciones deportivas, presentó un lugar de montaje
para el espectáculo olímpico que posteriormente se transformaría para su re-uso
a largo plazo (será el anfitrión del Campeonato del Mundo de Atletismo en
2017); el Basketball Arena (de Wilkinson Eyre Architects), un estadio con 12
mil asientos diseñado para ser desmontado o “reciclado” en dos terceras partes
de sus componentes. El Aquatics Centre (de Zaha Hadid Architects). El Olympic
VeloPark (de Hopkins Architects), una pieza de significativa belleza con forma
de plato de madera y acero que se convirtió también en emblema de la
sostenibilidad por sus atributos verdes; y especialmente el diseño urbano y de
paisaje de todo el parque post-olímpico llamado Queen Elizabeth Olympic Park
(de James Corner Field Operations). Un ejemplo impresionante que hizo avanzar
hacia delante el reloj de la historia de la infraestructura deportiva: La
herencia se orienta hacia lo sostenible y no sólo a un patrimonio
arquitectónico o cultural.
Estadio-Olimpico Londres
Tokio, la recientemente ganadora ciudad olímpica
para el año 2020 llama la atención por diversos motivos que no son muy ajenos a
lo anterior.
El supuesto trinomio “antidoping - honestidad social - fondos
suficientes” que determinó en cierta medida la votación a favor de la capital
nipona, destaca por la importancia que cobran los valores humanos ─antidoping y honestidad
social─ en una decisión de este calibre. El tema económico, por otra parte,
indica que se tuvo muy presente la amarga experiencia de Atenas 2004, y la
tesis de que una olimpiada es lo mejor que le puede pasar a una ciudad ─el caso
de la favorita Madrid, por tercera vez eliminada─ se supera en un competidísimo
proceso de selección que va mucho más allá de la conveniencia urbana o
arquitectónica que puede ofrecer tal o cual país. Tokio ya fue sede olímpica en
1964, y dejó un invaluable patrimonio arquitectónico, principalmente de Kenzo
Tange (primer Premio Pritzker japonés en 1987), autor del famosísimo conjunto
de las dos “arenas olímpicas”, proyectadas en 1960 y concluidas en el otoño de
1964.Las peticiones firmadas por los arquitectos Toyo Ito, Fumihiko Maki o Edward Suzuki contra el futuro New Tokio National Stadium proyectado por Zaha Hadid para albergar los juegos olímpicos (sobre todo en términos de la escala del edificio), pone de manifiesto el altísimo nivel de sofisticación urbana y profesional que hoy en día implica el reto olímpico para cualquier país.
Estadio Olímpico para Japon 2020, de Zaha Hadid.
Si bien esta breve reflexión (o revisión) se
borda parcialmente desde la disciplina de la arquitectura o el urbanismo, el
caso de Brasil 2014 pone sobre la mesa de forma imprevista e inusitada una
perspectiva social que no puede ignorarse, no verse, amén de la infraestructura
deportiva que sirvió al mundo entero, por lo menos durante el campeonato
mundial que concluyó hace algunos días.
Estadio en Brasil
En el caso (olímpico) reciente de Londres 2012, la potencia británica apostó por la regeneración urbana del “lado Este” de la ciudad ─integrado por zonas sociales y económicamente más vulnerables─, mediante la creación de un Parque Olímpico de 200 hectáreas construido sobre un antiguo complejo industrial (Stratford), que sería su legado para el futuro de la Ciudad. La producción arquitectónica deportiva derivada de su plan maestro estuvo protagonizada por una arquitectura de aguda marca sostenible: el “Olympic Stadium” de Populous, un mega despacho de arquitectura con extensa producción en estadios e instalaciones deportivas, presentó un lugar de montaje para el espectáculo olímpico que posteriormente se transformaría para su re-uso a largo plazo (será el anfitrión del Campeonato del Mundo de Atletismo en 2017); el Basketball Arena (de Wilkinson Eyre Architects), un estadio con 12 mil asientos diseñado para ser desmontado o “reciclado” en dos terceras partes de sus componentes. El Aquatics Centre (de Zaha Hadid Architects). El Olympic VeloPark (de Hopkins Architects), una pieza de significativa belleza con forma de plato de madera y acero que se convirtió también en emblema de la sostenibilidad por sus atributos verdes; y especialmente el diseño urbano y de paisaje de todo el parque post-olímpico llamado Queen Elizabeth Olympic Park (de James Corner Field Operations). Un ejemplo impresionante que hizo avanzar hacia delante el reloj de la historia de la infraestructura deportiva: La herencia se orienta hacia lo sostenible y no sólo a un patrimonio arquitectónico o cultural.
Estadio-Olimpico Londres |
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