Algo sobre Campeche y Tabasco
La ciudad de (San Francisco de) Campeche es un destino en vías de hacerse imprescindible. Buena parte de su muralla perimetral y sus baluartes están en restauración o reconstrucción. Eso es lo primero que llama la atención; la antigua fortificación y después la arquitectura en colores pastel y ocre que se descube en su interior. Con no más de 45 manzanas, ese atributo de ciudad amurallada y su buen estado de conservación le valió a Campeche ser declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1999. Pero aún siendo una excepcional ciudad amurallada ─creo que la única en México─ no escapa al fenómeno degradatorio de la periferia, siempre contrastante y presente en la gran mayoría de las ciudades latinoamericanas. Aquí algunos barrios exteriores como el de Guadalupe o San Román con su Iglesia del Cristo Negro compensan la gloria extramuros por su valor patrimonial y por sus iglesias; la modernidad, sin embargo deja un destilado de pocos edificios de valor en comparación con la superficie desplantada.
El conjunto del Palacio de Gobierno construido hace poco más de 50 años, y el Congreso de Campeche (una especie de platillo volador cuadrado…no malo) por ejemplo, es un hallazgo interesante particularmente por la celosía que forma una doble fachada que se convierte en una gran lámpara de noche; dos casas en “El Malecón” (como un par de joyas aisladas) reiteran que la arquitectura del Siglo 20, particularmente de los años 50 y 60 nos dejó un valiosísimo patrimonio que mayormente se olvida o se desconoce. La modernidad en tanto periferia, paradójicamente, acusa más pobreza económico-cultural que la riqueza de unos pocos edificios…creo que allí toma otra connotación no menos acertada la frase de Octavio Paz: condenados a ser modernos…también.
Campeche representa la tercera parte de la península de Yucatán y por lo mismo contiene abundante riqueza e interés histórico, arqueológico, natural y cultural. El tiempo dio para visitar el sitio arqueológico de Edzná ─de potentísima y extraordinaria arquitectura”─, la Hacienda Uayamón ─o la versión Campeche del magnífico conjunto de celestiales hoteles-haciendas henequeneras de Yucatán─ el Cenote Azul Miguel Colorado ─un ecoturismo bien consolidado pero con graves problemas de accesibilidad sobre todo en los baños─, y Champotón, que es sencillamente un obligado destino culinario en el ramo de los mariscos.
El tramo Campeche ─Tabasco, es espectacular por lo escénico de la carretera que cruza longitudinalmente la Isla del Carmen, situada entre el Golfo de México y la Laguna de Términos. En los asentamientos más vulnerables allí, no dejan de llamar la atención todo el tiempo la monotonía de sus techos de lámina con antenas azules de Ve TV por SKY…todos. Al cruzar Ciudad del Carmen, muy consolidada en la punta occidental de la isla, se recorre un tramo largo bordeando una zona de lagos que, al cruzar al estado de Tabasco se denomina como la Reserva de la Biósfera Pantanos de Centla. Para un urbanita como el que escribe, enfrentarse a una inmensidad así, como si fuera un limbo verde y húmedo resulta indescriptible.
Si bien Villahermosa experimenta cierto crecimiento vertiginoso, la carencia de un centro “tan” histórico, diluye el contraste centro-periferia de la reflexión inicial. Aquí más bien resulta notable ver el potencial que hay en la reinvención del espacio público derivado de su caluroso clima y su fortaleza económica derivada del petróleo. La nueva Plaza Bicentenario ─de los arquitectos Jorge y Mario Cámara Domínguez─, a espaldas del Palacio de Gobierno dan fe de este primer y afortunado acercamiento por esas calurosas tierras. Veremos cómo responde la ciudadanía.
Fuera de ruta pero no de tiempo dejo pendiente Palenque y las cascadas de
Agua Azul en Chiapas.
Jorge Vázquez del Mercado* (Ciudad de México, 1964) Es arquitecto y director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Anáhuac México Sur, Ciudad de México. Actualmente realiza el Doctorado en Ingeniería Ambiental en la misma Universidad.
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