¿Será posible poner lo que falta de la canasta?
A
poco más de cinco meses de que diversas comunidades del estado de Guerrero
hayan sido prácticamente borradas del mapa por el paso de la tormenta tropical “Manuel”,
muchas de las promesas realizadas por aquí y por allá entre instituciones y
gobernantes no han superado la barrera de la demagogia mediática en todos los
niveles posibles. Las muertes que se pudieron evitar –indudablemente-, siguen
siendo cifras que tampoco alcanzan el nivel de visibilidad que el problema
requiere para reducir la repetición futura de la tragedia vivida.
Hace
algunas semanas atrás conversé con Gerson Huerta, ingeniero y buen amigo que me
comentó las dificultades y la precariedad en que viven ahora en campamentos
improvisados los damnificados de la montaña de Guerrero; ayer, conversando con
algunos integrantes de la Asociación Civil Techo México me señalaron la misma
situación: sorpresa e indignación de saber que todo sigue peor que antes –no
igual-, después de lo acontecido con “Manuel”. Los abismos entre esas
comunidades (La pintada, La Lucerna, el Tejocote; entre otras) y las soluciones
a los problemas que se suscitaron se han multiplicado.
Las
casas prefabricadas -“antisísmicas y sustentables”– que el gobierno estatal
prometió de la mano de la SEDESOL, no han llegado más que en prototipos muestra
que sirven sólo de contemplación debido a la falta de recursos y, a pesar de
que entre sus atributos se mencionó que “podían ser levantadas en cinco días y
soportaban movimientos telúricos y vientos”. Cosa que deberá probarse. Cada
vivienda tiene un costo aproximado de 65 mil pesos y en una segunda opción se
concentra un módulo (cuarto) para cada familia a un costo de 50 mil pesos que
permite agrupar a ocho de estos, alcanzando un costo de 400 mil pesos. Javier Guerrero, subsecretario de SEDESOL en
Guerrero, afirma que es un modelo temporal, que los campamentos poco a poco
desaparecerán y que “las comunidades regresarán a la normalidad de sus vidas”.
En
el caso de Gerson, además de recibir una invitación para conocer esa zona, me
platicó parte de lo que está desarrollando con ese problema, básicamente,
llevar a esas comunidades las plataformas de análisis estructural de las cuales
dispone para diagnosticar qué está fallando en los procesos constructivos de
esas comunidades. Lleva su conocimiento a sitios y personas que no tienen
acceso a recursos tecnológicos y explora desde ahí, por ejemplo, por qué el
adobe ha reducido sus cualidades estructurales en los últimos años, cuando éste
no ha modificado esencialmente la materia prima con que se elabora, ni sus procesos de elaboración.
En
el caso de Techo México, sucede algo similar: han iniciado jornadas de
capacitación de construcción para voluntarios con la finalidad de poder actuar
de forma precisa en estos puntos donde se requieren respuestas con toques de
inmediatez dictadas por la emergencia. Existe el conocimiento y la voluntad de
actuar en ambos ejemplos, sin embargo también la indignación aparece puesto que
más allá de los esfuerzos particulares, se evidencia día a día que los
discursos dictados, comienzan a desvanecer su impacto y es innegable que las
acciones planeadas han pausado su ritmo o su prometedor impacto benéfico.
La pintada, por ejemplo, se encuentra a 138 kilómetros de la ciudad de Acapulco. A 138 kilómetros de distancia para conocer los beneficios de ser visible y que son evidentes, ya que ahí –en uno de los principales destinos turísticos nacionales- los trabajos no han cesado, la cosa es distinta, los trabajos y las campañas mediáticas para restablecer el equilibrio de la bahía llevan otro ritmo muy diferente, se vive una realidad favorecedora que reitera que para el gobierno existen ciudadanos de primer orden y los demás. Una diferencia que si bien siempre ha existido, debemos analizar hasta cuándo podrá soportar esa tensión sosegada entre los territorios de importancia económica y sus patios de servicio.
La pintada, por ejemplo, se encuentra a 138 kilómetros de la ciudad de Acapulco. A 138 kilómetros de distancia para conocer los beneficios de ser visible y que son evidentes, ya que ahí –en uno de los principales destinos turísticos nacionales- los trabajos no han cesado, la cosa es distinta, los trabajos y las campañas mediáticas para restablecer el equilibrio de la bahía llevan otro ritmo muy diferente, se vive una realidad favorecedora que reitera que para el gobierno existen ciudadanos de primer orden y los demás. Una diferencia que si bien siempre ha existido, debemos analizar hasta cuándo podrá soportar esa tensión sosegada entre los territorios de importancia económica y sus patios de servicio.
¿Es
posible poner al servicio de estas comunidades la tecnología con que se cuenta
en otros sectores para revelar un problema y en base a ello visualizar una
posible solución? ¿Qué otro aspecto, además de la solidaridad puede permitir
que estos problemas de invasión, corrupción, clientelismo político y
ordenamiento territorial no se repitan?
Sólo
después de entender que la pobreza es otra modalidad de representar la
violencia, podría quedar claro que la omisión institucional se aproxima más al
crimen que al delito. ¿Será posible poner lo que falta en la canasta o hay que
resignarse a la sentencia que ya ha mencionado el actual gobernador del estado,
Ángel Heladio Aguirre Rivero, quien afirma: “que los pobladores
de las comunidades ya están acostumbrados a vivir en esas situaciones”.
Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista
Marcos Betanzos (Ciudad de México, 1983) es arquitecto, fotógrafo y articulista independiente. Becario FONCA 2012-213 por su proyecto #BORDOS100 y miembro del Consejo Editorial de la Revista
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