Adiós y despedida
Por: Marcos Betanzos* @MBetanzos
Bien se dice que la cantidad no siempre es sinónimo de calidad pero existe por fortuna la excepción, y francamente en algunos casos esta situación es sorprendente cuando se mira todo lo logrado dentro de una trayectoria profesional de profunda trascendencia como lo fue la del arquitecto Luis Ortiz Macedo quien falleció el día martes 10 de diciembre.
Ha muerto quien fue capaz de entender su profesión como una herramienta de servicio social pero también como un instrumento de defensa y conservación de la historia, del patrimonio y de la memoria. Algo que parece muy masticado, demasiado común, fácil de mencionar pero que en realidad ni siquiera tiene lugar en el imaginario particular de la práctica arquitectónica. Veámoslo así, ¿qué arquitecto famoso reconoce usted por su trabajo de restauración en un edificio con valor histórico?
Sí, efectivamente en el minúsculo universo de la conservación y restauración de monumentos, de esa otra arquitectura que tanto presumimos y nos sentimos orgullosos, no hay rockstars. Hay arquitectos de oficio, investigadores, docentes serios y entregados, todos –o la gran mayoría- alejados de la superficialidad o del ensalzamiento inútil, haciendo una labor silente que exige tiempo, disciplina y pasión a toda prueba. Una rama de la arquitectura que obliga a desprenderse del ego con conocimiento y de la libertad creativa (mal entendida) con respeto por el pasado. En la restauración, así como no hay espacio para el gusto personal tampoco lo hay para la improvisación, eso sí, hay mucha responsabilidad, un factor casi paralizante que se debe vencer.
La prolífica carrera de Ortiz Macedo recibió un homenaje hace sólo dos años con la muestra Luis Ortiz Macedo. Patrimonio, Cultura y Academia, la cual se realizó en el Palacio de Bellas Artes y concentraba más de 150 proyectos en los cuales participó; ahí fue posible ver la documentación precisa de 80 obras de restauración monumental que dirigió, la autoría de más de 16 conjuntos urbanos y 60 obras contemporáneas, así como los múltiples temas que abordó en sus 33 libros publicados, muchos de los cuales –incluso su tesis de titulación profesional-, convertidos en obra de referencia.
Su legado es más amplio: fundó una escuela de restauración en el bajío, dirigió dependencias y organismos profesionales, nunca se alejó de la academia, hizo todo menos ruido. Valdrá la pena zambullirse en todo lo que hizo y así, en silencio le decimos adiós, maestro.
Posdata:
Ya de pasadita y hablando de restauración, no se puede dejar de mencionar que por fin rodaron cabezas: cuatro funcionarios serán sancionados por daños a la escultura de Carlos IV, El Caballito, durante su restauración, confirmó la Contraloría General del Distrito Federal. José Vicente Arias, director de Desarrollo Inmobiliario del Fideicomiso Centro Histórico; Alejandro García Aragón, director de Recursos Materiales y Servicios Generales de la Secretaria de Gobierno; Josefa María del Carmen Gutiérrez Mora, directora ejecutiva de la Administración de la Autoridad del Centro Histórico y Anell Cabrera Méndez, servidora pública del Fideicomiso del Centro Histórico, este cuarteto pagará la cuenta. También se anunció que la empresa Marina Restauración, encargada de la restauración, no podrá ser contratada por el gobierno para algún servicio por un periodo de 10 años tras su inhabilitación.
“Rodaron cabezas” entre comillas: como siempre, los de arriba siguen arriba.
Crédito de imágenes:
1.- Foto: Cortesía Fundación Herdez
2.-Foto: Cortesía Museo Nacional de Arquitectura.
3.-Foto: Intervención Plaza de Santo Domingo
4.-Foto: Tomada del sitio SDP Noticias.
*Marcos Betanzos, es arquitecto, fotógrafo y escritor independiente. Becario del Sistema Nacional de Jóvenes Creadores FONCA 2012-2013 en la disciplina de Diseño Arquitectónico. Miembro del Consejo Editorial de la Revista Domus México, América Central y el Caribe.
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