¿Usted sabe dónde se encuentra la oficina de tesorería más cercana a su domicilio? ¿Dónde puede dar de baja las placas de su vehículo en caso de haber sido víctima de un robo? ¿Sabe qué hacer en caso de que misteriosamente su vehículo adeude más de cinco años de tenencia y sólo tenga un año circulando? ¿Qué tramite debe hacer para corregir el error del sistema? ¿A dónde o con qué área recurrir? ¿Acaso no lo sabe? ¡Preferiría no saberlo!
Hace algunos días, víctima de la delincuencia de este país –que según informes oficiales ha disminuido considerablemente- me vi en la necesidad de comenzar a realizar una serie de trámites que nunca imaginé que tendría que hacer. Lo que vino con esa compleja misión fue recorrer oficinas administrativas, ir a delegaciones, tesorerías, módulos de información, ministerio público y un esquizofrénico etcétera que evidenció otro más de los contrastes del sistema burocrático nacional, el de impartición de justicia y el de control vehicular. Un viaje al pasado tan nocivo como vergonzoso que al parecer no tiene la importancia necesaria para ser atendido por las autoridades correspondientes de la Ciudad de México.
Lo
que pude ver fue una serie de instalaciones completamente improvisadas donde no
existen las condiciones mínimas para realizar una actividad laboral; si de ahí
partimos entenderemos –aunque no se puede justificarse de ningún modo- la falta
de productividad de los funcionarios que parecen esperar el avance lento del
reloj padeciendo la incomodidad de trabajar entre papeles, cajas de archivo o
con computadoras que apenas pueden encender y discutiendo entre sí porque los
equipos especiales para expedir certificados o documentos oficiales no
funcionan.
El tema va desde no encontrar una silla para sentarse hasta no tener papelería (la más indispensable) para trabajar como me lo dijeron en la Delegación Iztacalco. Resulta ingenuo pensar que la situación que viven todos los días quienes pasan ahí ocho horas diarias en su jornada laboral es diferente con respecto a la que vive el contribuyente que asiste a estos lugares para hacer un trámite, la situación es la misma o un poco peor. Estar ahí más de dos horas en espacios, por ejemplo, que carecen de ventilación es indigno para todos.
Sin
embargo, quizá involuntariamente las autoridades nos mandan un mensaje
equivocado pero que parece siempre perseguirnos: hay delegaciones de primera y
las demás. Así, las diferencias son notables puesto que los módulos de atención
de la tesorería de Tecnoparque (Azcapotzalco) y el de Control Vehicular en
Plaza Galerías (Miguel Hidalgo) son absolutamente diferentes a los que existen
en Av. Rojo Gómez (Iztapalapa) o Churubusco (Iztacalco). Los contrastes nos
hablan de dos ciudades: la primera, mucho más actualizada con la posibilidad de
expandir lo necesario en derroche y en cambio otra, obsoleta que se mantiene
con el mínimo de recursos simulando su operación eficaz, intentando sostener el
portón de acceso con el bote de basura.
Estos
lugares que son punto de encuentro de todos los contribuyentes de esta ciudad
dejan mucho que desear, pero al parecer las autoridades no los ven como
verdaderos portales ciudadanos, carta de presentación de su gobierno, y la
demostración de los impuestos trabajando. Los ven –si es que eso sucede- como
traspatios administrativos, tierra fértil para viacrucis burocráticos.
¿Hay
algo peor? Sí: el Estado de México. Con todo lo que diga el señor gobernador la
situación es infame, quizá cien veces más. La brecha o la odiosa comparación
con la Ciudad de México comienza con la presencia del soborno y puede terminar
con la ampliación de las instalaciones de atención ciudadana en una tiendita
cercana donde el funcionario en turno le hará su trámite, no hay lugar dentro
del edificio para hacerlo, luego le dirá que busque donde imprimir su acta
denuncia (en otra tiendita) y lo hará esperar hasta las dos de la mañana
después de haberlo citado a las ocho p.m., no espere encontrarse con un baño,
¡preferiría no saber dónde se encuentran!
Siempre
es preferible no descubrir dónde ni cómo deben de hacerse esos trámites. Pero
si por desgracia usted debe hacerlos, vaya preparando su buena dosis de
optimismo, la va a necesitar. La máquina del tiempo –hacia el pasado- tiene muy
mala facha y en una de esas se le aparecerá un “brillante” servidor público que
opine, por ejemplo, que la gente adquiere un auto sólo por el gusto de que le
sea robado, cobrar al seguro y estrenar. Así de imbécil.
Queda espacio para preguntarnos si la arquitectura o la ausencia de ésta en este tipo de “oficinas”, esboza el nivel de gobierno que se tiene.
Fotografías: Marcos Betanzos
*Marcos Betanzos, es arquitecto, fotógrafo y escritor independiente. Becario del Sistema Nacional de Jóvenes Creadores FONCA 2012-2013 en la disciplina de Diseño Arquitectónico.
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