Texto y Fotografía: Marcos Betanzos* @MBetanzos
“…debemos escuchar
esas voces, porque así defenderemos lo poco que nos está quedando para el
México de mañana”. Carlos Montemayor
La batalla comenzó en términos legales en el 2007, pero
lo cierto es que ya son más de 17 años en que las hostilidades se han consolidado.
Digámoslo claro: la llegada de la Minera San Xavier (empresa mexicana,
subsidiaria de New Gold, de origen canadiense) a Cerro San Pedro, en San Luis
Potosí, ha representado no solo la desaparición de una zona territorial
clasificada –hasta hace menos de una década- como zona de conservación
ambiental, sino también la desaparición física de uno de los emblemas más representativos
de sus habitantes: el Cerro de San Pedro, el cual fue considerado por sus
antecesores, los indígenas Guachichiles como un sitio sagrado.
Desde esas fechas mencionadas, los poco más de 100
habitantes que aún residen en la zona, observan cómo poco a poco el 75% de su
territorio se ha convertido en una zona minera que otorga nulos beneficios a la
comunidad y múltiples perjuicios sin cesar. Al mismo tiempo se han convertido en testigos frustrados incapaces
de hacer algo por sus casas y la iglesia del pueblo que se han especializado en
coleccionar grietas y colmarse de abandono. El marco legal no les otorga
garantías de ningún tipo y mientras tanto la ferocidad con la que se extrae
oro y plata en la zona también parece invadir la conservación de la memoria.
En 1999, Greenpeace denunció que el consumo anual de
2,300,000 m3 de agua por parte de esta empresa, era equivalente a 3%
del consumo total de la ciudad de San Luis Potosí. El agua sigue siendo extraída
del acuífero del Valle de San Luis Potosí, que desde los años 60 se consideró
como sobreexplotado. Pero los números para la empresa minera contrastan mucho
con la nostalgia y la decadencia del pueblo o el impacto ambiental que se
señala: la propiedad que posee Minera San Xavier comprende 49 concesiones
cubriendo un área de 3,222.16 hectáreas.
El estudio de factibilidad (Septiembre de 1999) proyecta
una operación a cielo abierto con procesos de pilas de lixiviación para tratar
8 millones de toneladas anuales, con una recuperación del 71% para el oro y 43%
para la plata. Al primer periodo registrado al cierre del 2008, la mina produjo
18,290 onzas de oro y 228,623 onzas de plata. Los números siguen a la alza. Mientras tanto en Cerro San
Pedro, la devastación es notoria, es algo que no se puede ocultar. Se sabe bien
que la minería y la industria de la transformación es lo que más devasta el
ambiente; sin embargo, aquí pocos confían en ese argumento.
Lo único que queda es un pequeño Museo de Sitio donde Don
Armando muestra fotografías del esplendor de la comunidad a los turistas que
llegan en busca del pueblo que dio origen a lo que hoy es la ciudad de San Luis
Potosí, en algunas aparecen sus personajes históricos, al lado de reseñas
periodísticas por sus batallas legales, sus huelgas, sus festividades, utensilios,
botellas, juguetes… todo un universo de objetos descontextualizados que
representan una pequeña resistencia en beneficio de la preservación.
Si bien el origen minero de este municipio es
irrefutable, porque desde el descubrimiento de minerales durante la colonia
española en el siglo XVI y XVII ha sido explotado, lo que se ve ahora es además
de todo un exceso de poder e indiferencia. ¿Cuántas zonas como está en el
interior del país se encuentran en la misma situación?
Pensar que lo que ocurre
con la arquitectura, el entorno natural y los habitantes del valle de San Luis
es un caso aislado, no es sólo ingenuidad, sino una negación absoluta por ver
una realidad que deslumbra con toda la fuerza del oropel y que al parecer ni el
eco de explosivos detonados todos los días puede llegar a los oídos de una
autoridad responsable.
*Marcos Betanzos, es arquitecto, fotógrafo y escritor
independiente. Becario del Sistema Nacional de Jóvenes Creadores FONCA
2012-2013 en la disciplina de Diseño Arquitectónico.
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