Por: Marcos Betanzos*
“Una cosa es lo
que, desde un escritorio, se define como calidad de vida y otra cosa es la vida
diaria de quienes habitan en colonias populares, unidades habitacionales y
complejos de interés social.” Pablo Landa.
Al referirse a los parámetros de calidad que una “buena
casa” debe de tener, generalmente sale a relucir como aspecto de primera
importancia los m2 de la misma, en muchos casos esto se convierte en
el principal argumento de discusión debido a que se cree que una vivienda es
mejor a partir de su tamaño y esto no necesariamente es correcto.
Pensar en una casa como una unidad aislada que por sí
misma permite el desarrollo pleno a nivel personal, profesional y social de sus
moradores, es un error. Para muestra, es suficiente ver las estrategias
oficiales que reducen sus objetivos a lograr una máxima cobertura y alcanzar el
mayor número de viviendas construidas a nivel sexenal sin cuestionarse -evidentemente-
qué tipo de vivienda se requiere, si la estructura familiar ha cambiado, si la
generalización del modelo es la multiplicación del error, si la periferia ya no
es la tierra prometida…
Se aborda el tema desde las cualidades particulares de la
casa (hacia el interior), sin comprender los factores externos que la influyen
e impactan de manera más trascendental en el tejido urbano y a nivel personal
de los usuarios: los servicios, las distancias de recorrido a las fuentes de
trabajo, la convivencia, la identidad, etc.
Contrario a lo que se cree, el confort, la calidad de
vida, la plusvalía y otros tantos adjetivos que se han convertido sólo en
slogans que se repiten en trabajos
académicos, discursos políticos, informes sexenales y evaluaciones de las
políticas públicas, se han vaciando de contenido.
Hoy en día conviene
traducir tales conceptos en aspectos tangibles, enumero algunos que me parecen
fundamentales: 1) las viviendas deben ventilar e iluminarse naturalmente; 2) deben estar orientadas correctamente; 3) deben
tener fácil acceso a espacios públicos y áreas verdes; 4) deben estar bien
conectadas por redes de transporte público a otras partes de la ciudad y
finalmente 5) deben tener la posibilidad de incrementar su tamaño
previsiblemente, deben ser flexibles. La flexibilidad cobra sentido porque nada
tiene que ver la calidad con el tamaño.
Conviene
construir casas o departamentos pequeños, siempre y cuando tengan la
posibilidad de expandirse y transformarse. Ya se hizo esto de manera oficial en
la mitad del siglo XX con casas menores a 40 m2. Y en ese aspecto,
hay mucho que aprender de las viviendas autoconstruidas sobre ese proceso que
puede durar hasta treinta años –similar al periodo crediticio- porque en ese periodo de tiempo las casas
cambian en la medida que cambia la estructura familiar y las mejoras que
realizan sus dueños representan una forma de ahorro.
Viéndolo así, las viviendas financiadas o promovidas por el Estado como instrumento oficial o solución a un problema latente, no deben ser necesariamente grandes pero si deben ser, en la medida de lo posible, flexibles.
Viéndolo así, las viviendas financiadas o promovidas por el Estado como instrumento oficial o solución a un problema latente, no deben ser necesariamente grandes pero si deben ser, en la medida de lo posible, flexibles.
También vale la pena
reflexionar qué impacto tienen de forma simbólica los modelos actuales de
vivienda para sus habitantes, qué representan y qué nos dicen sobre lo que
somos y lo que queremos ser como país. Estos conjuntos de casas y edificios
anodinos que se observan en el horizonte de la agenda nacional, ¿contribuyen
hoy en día a consolidar la idea en torno a lo que significa ser ciudadano de
este país? ¿Quién puede sentirse orgulloso de vivir en un
desarrollo “residencial” que lo
condena a pagar un crédito en treinta años y a desalojar la casa en diez porque
el espacio le es insuficiente? ¿Quién tiene la convicción de soportar
diariamente más de tres horas de tráfico para llegar al dulce hogar?.
Se sabe bien que la multifactorial problemática de la
vivienda y la segregación social está indudablemente vinculada a una serie de
políticas miopes por parte de los organismos oficiales y de la voracidad de los
desarrolladores de vivienda que buscan a toda costa hacer rentable cada metro
cuadrado, sin observar las dinámicas y códigos particulares que socialmente han
transformado la domesticidad. La familia modelo que tienen en mente es la misma
que la de hace más de cinco décadas pero en la realidad ese modelo ha evolucionado.
El concepto de
flexibilidad nos recuerda que la política de vivienda y el desarrollo urbano no
pueden estar divorciados de otras políticas públicas. No basta con construir
viviendas, incluso si reúnen todas las características que se sugieren, para
construir una sociedad justa, con comunidades urbanas sólidas, habrá que
comenzar a escuchar a otras voces y éstas no siempre vienen desde el mando más
alto de la estructura burocrática de gobierno.
*Marcos Betanzos, es arquitecto, fotógrafo y escritor
independiente. Becario del Sistema Nacional de Jóvenes Creadores FONCA
2012-2013 en la disciplina de Diseño Arquitectónico.
Fotografía: Marcos Betanzos
@MBetanzos
Sin mencionar que un banco que te ofrece un crédito a 30 años en realidad te está ofreciendo pagar un 15% menos cada mes pero un 200% más crédito a lo largo de la vida. Es decir, con lo que pagas durante 30 años se puede comprar una vivienda igual cada 7.5 años, ahorrando.
ResponderEliminarYo pienso, mi estimado Marcos, que la vivienda ya no es la que debe ser flexible. Los que debemos ser flexibles en cuanto a dónde, cómo y cuando vivimos, somos las personas.
Acuérdate que cuando los seres humanos empezaron a ser humanos, andaban de acá para allá recolectando y cazando. Las tribus andaban de acá para allá, recolectando, cazando. Unos se quedaban en el camino. Luego nos inventamos la agricultura y nos quedamos en un solo lugar, de ahí en adelante el ideal ha sido depredar el lugar donde nos establecemos y hacer barreras para no perder lo que hemos acumulado, lo cultivado, lo domesticado. Yo pienso que la siguiente gran innovación en vivienda, será que una persona pueda cargar con su seguridad social, con sus medios de producción, con su protección del inclemente clima; para todos lados. Y no estamos tan lejos, al menos los medios de comunicación ya son portátiles y eso hace algunos medios de producción también portátiles. La casa ¿Qué termina siendo? el lugar en donde la tribu puede recibir al individuo después de la jornada, el lugar en donde ya no hay más riesgos, la certeza de un lecho caliente y un sueño tranquilo. La vivienda producida masivamente en México carece mucho del sentido de tribu, y exagera en la evasión de riesgos, pero ¿En qué partes del mundo hay vivienda ideal? Mientras seamos pocos, es fácil ser comunidad horizontal, salir a barrer la banqueta en las mañanas y saludar a los niños que van a la escuela; pero ¿Y en vertical? ¿Quien, como, cuando se crean esos encuentros fortuitos que hacen de la vida diaria una convivencia? Ese es el reto de la vivienda. No he tenido claro como resolverlo.