Por: Marcos Betanzos*
“A la hora de tirar fotos, estoy viendo constantemente qué sucede para captar con toda precisión ese gesto o esa acción. Me he entrenado para ver lo que otros no miran…” Héctor García
“A la hora de tirar fotos, estoy viendo constantemente qué sucede para captar con toda precisión ese gesto o esa acción. Me he entrenado para ver lo que otros no miran…” Héctor García
Oscilando entre el
fotoperiodismo –que le quedó corto- y la foto de autor más íntima –que nunca
tuvo tanta luz como su principal cuerpo de trabajo-, el ojo de Héctor García
(1923-2012) fue mucho más que un receptáculo de escenas con capacidad para
transformarlas en poética visual.
Discípulo avanzado de
Manuel Álvarez Bravo, Salvador Novo o Gabriel Figueroa, entre otros personajes,
recibió tres Premios Nacionales de Periodismo, innumerables reconocimientos y
llevó consigo lo bravo del barrio donde nació (La Candelaria de los Patos) a la
sublime belleza de los escenarios que nunca imagino conocer. Desde pequeño asumió su rol como niño de la
calle. Maestro en las artes de la vagancia, habitó obligadamente la
correccional de menores por cinco años, acusado de robar panes y comida, eso le
significó la gloria.
Su destino cambió ahí, consideró esa
etapa de su vida como una especie de internado donde pudo -por fin- alejarse de
todas las malas influencias que lo llevarían a un modus vivendi claramente
visualizado por él: la delincuencia. Al salir ingresó a
una de las Vocacionales del Instituto Politécnico Nacional y con ello comenzó a
colaborar en el periódico mural de su escuela, se aproximó a la fotografía. Sin
embargo, en 1941 escuchó que Estados Unidos necesitaba trabajadores, la
oportunidad que presentaba ese tiempo de guerra lo sedujo y se fue, con una
cámara que le habían regalado ceñida a él.
David Alfaro Siqueiros, 1960. Héctor García
Héctor García contaba
que un accidente ferroviario le había costado la vida a uno de sus compañeros
de trabajo; que él había fotografiado la escena de restos humanos insertados en
la nieve y que aquella fotografía al revelarla le causó una de sus mayores
frustraciones: estaba blanca, se había velado. Nunca existió esa
imagen físicamente, sin embargo ese fue el detonador de su curiosidad, quiso
responderse por qué había sucedido eso. Días después viajó a Nueva York y
comenzó a estudiar fotografía, la aventura le duró tres años ya que en 1945,
“nuestros primos le dieron una patada en el culo y lo enviaron de regreso a
México”.
Buscó entonces al
director de la correccional donde había estado preso y le pidió trabajo. El
doctor Gilberto Bolaños Cacho, lo mandó a la revista Celuloide, llegó con la intención de barrer y hacer mandados pero
más tarde le ofrecieron estudiar en la Academia de Artes y entonces comenzó su
vida en la imagen. Nunca se desprendería de su cámara fotográfica, fue su
refugio y en el momento más álgido de su vida, una especie de salvavidas en
medio de un mar de incertidumbre personal.
Retrató México, un
lugar colmado de contradicciones, “real, sin maquillaje y sin retoque”. Así
definió su búsqueda por la noticia porque nunca pudo asumirse como un artista,
simplemente pensó ser un reportero con la obsesión de capturar la vida
cotidiana en décadas esenciales del siglo XX y los inicios del XXI, el momento
decisivo impregnado por Cartier Bresson, a quién admiraba profundamente. Se
convirtió en Pata de perro, como lo
había pronosticado su madre.
A través de sus ojos
fue posible encontrar una evolución de la ciudad feroz, también las promesas
mejor refinadas del progreso y el desarrollo social, la modernidad y el entorno
urbano arquitectónico que hoy nos parece añejo y lejano. La nostalgia de ver a
personajes y personas que posicionó en la misma línea de importancia, sin
jerarquías para evidenciar la fantasía que construye la indiferencia.
La visión particular de
Héctor García tuvo diversos campos de acción, a todos ellos, sin embargo le
caracterizaron su grado estético y su compromiso crítico: capturó
manifestaciones sociales, personajes ilustres de la farándula, el arte y la
clase política, escribió con luz diversas historias que hasta el día de hoy se
mantienen vigentes y por momentos adquieren forma de cuestionamientos con toda
la ansiedad de volverse respuestas claras.
*Marcos Betanzos, es
arquitecto, fotógrafo y escritor independiente. Becario del Sistema Nacional de
Jóvenes Creadores FONCA 2012-2013 en la disciplina de Diseño Arquitectónico.
Fotografía: Héctor
García
@MBetanzos
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