Por: Marcos Betanzos* @MBetanzos
“La lógica no enseña a pensar, como la anatomía y la fisiología
no enseñan a digerir o a moverse”. Hegel
Dos de las banderas mejor enarboladas
de la administración de Marcelo Ebrard Casaubón fueron la de la movilidad urbana
y la recuperación del espacio público. Sobre esta última resulta de forma
unánime el reconocimiento a los logros obtenidos y las recuperaciones puntuales
que se han consolidado aparentemente para bien de todos los ciudadanos.
Para empezar debe decirse que ambos
temas se han posicionado de manera eficaz en las conversaciones diarias, algo
que inminentemente provocará cada vez más la exigencia, gestión y defensa de
más metros cuadrados susceptibles de transformación. Sin embargo, no estoy
seguro que de esta discusión, es decir la que se origina en la voz pública
permee de modo eficaz la estructura burocrática y la opacidad operativa de las
dependencias responsables de vigilar la ejecución y estrategias para tal fin.
Uno de los casos más recientes que se
puede poner bajo la lupa es la exigencia de corregir e incrementar la seguridad
de los ciclistas en el carril de bici-bus en el Paseo de la Reforma; primero
vino la celebración por la acción, después el reproche y con la presión rigiendo
la estrategia se optó por nulificar la iniciativa. Hoy se encuentra en
“análisis” la -segunda- solución correcta y poco se sabe sobre esta fallida
intervención en su primer acto, no hay responsables, quizá porque se cree que
la buena voluntad exime todo tipo de errata.
Intentar minimizar este tipo de
desaciertos u omitir las obligaciones que su discurso político le generó, le ha
costado al gobierno saliente críticas y quejas al por mayor. Algunas muy bien
argumentadas, otras sólo son gritos. De ahí, corresponderá verificar con
objetividad lo que se impone como solución, si es que no se quiere establecer
en esos tópicos un precedente que deje a la ciudad ligada a la práctica de la “prueba
y el error”.
Si bien ambos temas (movilidad y
espacio público) en apariencia han brindado la posibilidad de imaginar que
hemos recuperado varios fragmentos de la ciudad y la hemos dotado de nuevas
formas para recorrerla, es evidente que la línea entre concesiones y nuevos
“vigías” o “patrocinadores” del espacio público ha quedado demasiado tenue, por
momentos parece ser que ya no hay espacio para el usuario, el habitante, el transeúnte,
sólo para el consumidor, sólo para el discurso político o comercial que se
faculte.
Un ejemplo a pequeña escala que
ilustra mi anterior comentario es la instalación de casetas telefónicas a
discreción, donde más que una finalidad utilitaria, éstas se han convertido en
anuncios prosaicos carentes de función y obstáculos inminentes, ¿debemos pensar
que quien autorizó esto creyó que se instalaron las necesarias, o debemos
pensar que hay un abuso de parte del proveedor o quizá demasiada ingenuidad al
regularlas? ¿Quién dice cuántas y cómo lo define?
Otro botón: la reciente remodelación
–en curso- de la Glorieta de Insurgentes, todo bien hasta que, para hacerlo
realidad se tuvo que permitir que empresas de publicidad instalaran dos espectaculares
y horrendas estructuras metálicas para exhibir mega pantallas y controlar todo
aquello que en la zona a intervenir sea digno de promoción comercial. Una más, para volvernos otra ciudad de
las luces al estilo Niuyork. ¿Espacio
público o escenarios para la contemplación de anuncios? ¿Movilidad urbana o
especulación de vanguardia?
La administración saliente deja varias
preguntas sin responder inventándose comisiones y construyendo el disimulo ante
el cercano cierre de caja. Entre esculturas de dictadores, expropiaciones,
supervias, cambios de uso de suelo, arcos verdes, y correcciones improvisadas, francamente
la despedida parece ser un poco decepcionante. Triste también, como todas.
¡Adiós pues!
Fotografía: Marcos Betanzos
*Marcos
Betanzos, es arquitecto, fotógrafo y escritor independiente. Becario del
Sistema Nacional de Jóvenes Creadores FONCA 2012-2013 en la disciplina de
Diseño Arquitectónico.
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